La conservación-restauración se encarga de preservar, en las mejores condiciones posibles, los bienes culturales en los que se deposita la memoria de quienes nos antecedieron. Son testigos de formas de vida pasadas y constituyen un cauce por el que transmitir estos conocimientos más allá del momento en que se crearon. Son instrumentos generadores de identidad e integradores de comunidades, nos ayudan a explicarnos, a saber cómo hemos llegado hasta aquí, y nos orientan para guiarnos hacia delante. Y, como tales, merecen la máxima atención en su tratamiento. Para ello, se requiere de la utilización de medios materiales específicos, de la dedicación de tiempos suficientes y del empleo de profesionales, restauradores y artesanos, con amplia experiencia y cualificación.
Pero, debido a la delicada situación socioeconómica de los últimos años, que se extiende ya desde la crisis de 2008, se ha instalado una tendencia en la organización de los trabajos de conservación-restauración que contraviene los intereses del patrimonio y de los especialistas que se ocupan de su preservación. Hablamos de una constante y acusada bajada en las inversiones y sus consecuencias asociadas. Esta circunstancia obliga a programar intervenciones puntuales en lugar de restauraciones integrales, a acortar los tiempos de ejecución dejando márgenes de actuación muy ajustados y a reducir los costes en materiales teniendo que rebajar los estándares de calidad. Todo ello redunda en la precarización de los trabajadores, que quedan en este marco muy expuestos a la inestabilidad laboral, la temporalidad de los contratos y la congelación de los sueldos. Como resultado, encontramos que cada vez más profesionales optan por cambiar de sector buscando mejorar sus condiciones, lo que conlleva una pérdida importante de conocimiento y técnica.
Desde el Taller de Restauración El Barco, S. L. nos situamos en oposición a esta dinámica y tratamos de encontrar estrategias de resistencia a la precarización del sector y de reforzar el tejido de personas e instituciones que sostienen nuestra actividad. Se trata de una tarea compleja que requiere de una implicación colectiva, pero quizás podamos aplicar planteamientos que contribuyan a este propósito. Nuestro objetivo es procurar formas de hacer más éticas, en lo que respecta al tratamiento de los bienes, pero también a los profesionales de la conservación. Priorizar su cuidado, en la medida de lo posible, aun teniendo en cuenta que las actividades económicas deben producir un rendimiento y que las partidas presupuestarias suelen ser ajustadas.
Paralelamente, hay que apostar por los oficios artísticos, poner sus saberes y prácticas al servicio de la conservación-restauración y trabajar por evitar su desaparición, y con ella la de los objetos de arte y artesanía que tienen como resultado.
Conviene notar, igualmente, que los procesos de abandono y las intervenciones inadecuadas que se están sucediendo por falta de medios, tienen efectos nefastos sobre los bienes. En el futuro, será mucho más costoso estabilizar el patrimonio que haya alcanzado un estado de deterioro grave por estas causas.
Por último, urge captar la atención de los públicos y que nuestro trabajo retorne en su beneficio. La formación en humanidades, que aparece ahora desprestigiada y minimizada en los currículos educativos, podría ser una herramienta fundamental para devolverles el gusto por la historia, por el arte y las calidades y matices de los bienes culturales. A su vez, esto revertiría en la revalorización del patrimonio, las asignaciones de medios dedicadas a la conservación y difusión del patrimonio serían proporcionales al valor que se otorgara socialmente a la cultura. Así, las comunidades instruidas y sensibilizadas con su herencia patrimonial, aparte de acumular saberes útiles para el desarrollo de la vida, disfrutan de un patrimonio mejor conservado.
Es importante trabajar para devolver la atención institucional al patrimonio y que su adecuada conservación y restauración sean contempladas en los presupuestos generales del estado, al tiempo que se fomente el cuidado de los profesionales que las llevan a cabo.