Recientemente hemos intervenido en un espejo del siglo XVIII, perteneciente al Parador de León. La técnica de dicho espejo era madera tallada y dorada en oro fino al agua.
El espejo presentaba, por una parte, problemas estructurales y pérdida de volumen en lo referente al soporte de madera y por otra, intervenciones sobre el dorado original de “purpurina” temples y acuarelas en zonas faltantes y un “maquillaje” con pátinas y aceites que recubrían el espejo en su totalidad. Estas intervenciones se han producido en diferentes restauraciones, que han ido añadiendo sucesivos maquillajes del original.
Procedemos a la eliminación de intervenciones anteriores, mediante limpieza mecánica y química. Una vez limpio y eliminado el maquillaje, nos encontramos con una pérdida del dorado original del 50%.
En este momento, nos planteamos el criterio a seguir en esta intervención. Reintegramos las faltas con acuarela o con oro fino, siguiendo la técnica de ejecución original de dorado al agua, respetando los dorados originales y la técnica de dorado con zonas bruñidas y mates, que es lo que devolvería al espejo su calidad original, o seguimos los criterios de intervención anteriores introduciendo “micas naturales” e igualando mediante pátinas que distorsionen la técnica decorativa.
Como indica el Proyecto Coremans, si intervenimos en lo que llamamos nivel 3, repristinando, redorando y patinando, la actuación rebasa los límites de la conservación. En este punto, deseamos reflexionar, ya que si se reintegra mediante técnica de acuarela se transforma la naturaleza del bien artístico.
En el caso que nos ocupa la pérdida de policromada es muy elevada. Procedemos a desengrasar y preparar el soporte de madera, para estucar y posterior embolado. No redoramos, ya que siempre se conserva el oro original para reintegrar las lagunas.
Posteriormente se reintegra con oro de 23 ¾ k y se bruñen las zonas que van pulidas y se dejan mate las zonas que originalmente así eran, consiguiendo recuperar el espíritu decorativo del objeto.
Sí es cierto que para intervenir de esta forma se debe tener pericia en el oficio, para igualar los oros. El oro es un material que no oxida y una vez limpio conseguimos igualar con un oro de parecido kilataje, podemos observar el proceso de limpieza, estucado, embolado y dorado final y el resultado final de la intervención.
En el último concurso del Ministerio de Cultura “Conservación y restauración de los lienzos de Angelo Nardi del presbiterio de la Iglesia de San Bernardo de Alcalá de Henares”, los lienzos enmarcados con molduras doradas al agua en oro fino, cuya pérdida es muy acusada, se apunta como criterio de intervención de reintegración cromática, para evitar la distorsión cromática del conjunto.
Pienso que se debe reflexionar sobre este particular, pues al introducir en pérdidas tan elevadas de decoración con reintegración de acuarela, distorsionamos de forma clara el conjunto, creando lagunas opacas en la decoración que es con oro fino bruñido.
Igualmente estamos en desacuerdo en patinar de forma constante los dorados, parra que parezcan antiguos. El oro se ponía como elemento suntuoso, ya sea en retablos como en mobiliario e imaginería. Es una moda perniciosa que nace más de criterios de anticuario que de restauración, maquillar el oro con pátinas que desvirtúan el carácter del dorado y que en muchos casos obedecen al desconocimiento del oficio de dorador o imaginero.
Creo que es el mismo criterio que se utilizaba antiguamente de patinar los lienzos para evitar distinguir una mala intervención en la pintura.
Pedimos una reflexión a la hora de decidir los criterios de intervención en elementos artísticos y arquitectónicos con utilización de micas minerales y pátinas finales.